Desaparecer el Fondo de Desastres Naturales (FONDEN), es regresar a México más de 35 años en el tiempo. En México, con el vacío pero reiterativo argumento de la austeridad, se presentó un decreto en abril del presente año en el Diario Oficial de la Federación sobre la extinción o terminación de los fideicomisos públicos (44 en total). En días recientes Dolores Padierna, Diputada de Morena, propuso en el pleno del Congreso la eliminación del FONDEN para enfrentar la crisis de salud pública. Esta iniciativa contempla la derogación del Artículo 37 de la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria que establece las provisiones para el FONDEN, que implica no contar con al menos 0.4% del gasto programable anual del país para la atención y recuperación de desastres. Cuando ese monto es insuficiente, porque los daños/eventos son mayores a los programados, se respalda con el artículo 19 de la misma ley (que también sería derogado) respecto a la autorización de erogaciones adicionales para la atención de los mal llamados “desastres naturales”. Si bien la iniciativa parece haberse frenado de momento, aún será discutida en comisiones y los embates en contra del FONDEN prometen continuar.
¿Qué es el Fonden?
Con casi tres décadas de aprendizaje, el FONDEN está considerado como uno de los hitos internacionales en la financiación del riesgo de desastres. En México, ha permitido responder ante emergencias (montaje de refugios, abastecimiento de insumos de primera necesidad, reconstrucción de infraestructura crítica, reconexión de comunicaciones, atender incendios forestales, contratar seguros paramétricos a nivel país, evaluar daños) de manera rápida y sin poner en riesgo otros recursos del presupuesto a distintas escalas. Pero particularmente con la idea de que los desastres no afectaran el desarrollo del país o de regiones específicas y que no se tuvieran que desviar otros presupuestos o recursos de áreas estratégicas para la atención de una emergencia o desastre.
El FONDEN basa su objetivo en proporcionar recursos financieros adecuados para los esfuerzos de atención inmediata y reconstrucción federales y estatales, sin comprometer el gasto gubernamental comprometido. Por ello, ha permitido la reconstrucción en comunidades marginadas, la reconstrucción de caminos, escuelas y hospitales, a pesar de los retos que genera en la planeación de las inversiones públicas.
Dentro de dicho Fondo, también se considera el Fondo de Prevención de Desastres (FOPREDEN) que ha permitido que las comunidades avancen en comprender mejor los riesgos a los que están expuestos, y a realizar proyectos que reduzcan el riesgo en lo local, así como financiar proyectos y estudios científicos para seguir avanzando en la comprensión y estudio del riesgo en México.
Desastres en cascada
La pandemia del COVID19, declarada el 11 de marzo de 2020 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha generado el mayor desastre a nivel mundial del último siglo y ha expuesto de manera dramática la vulnerabilidad social y económica ante un shock (in)esperado. El nuevo coronavirus ha resaltado la incapacidad de los actuales sistemas de gestión pública y privada de identificar los riesgos de desastres a los que nos enfrentamos y de prepararnos ante ellos en consecuencia.
Los desastres no son eventos aislados de otras crisis, pueden presentarse como un efecto multiplicador (conocidos como desastres en cascada), y pueden suceder en cualquier momento. Para muestra de esto, recordemos el triple desastre de Japón en 2011 (terremoto -tsunami- accidente nuclear) o los recientes tornados que han azotado el sureste de Estados Unidos en medio de la pandemia. La capacidad de respuesta, pero sobre todo la capacidad de planeación y de preparación de instituciones públicas y las comunidades posiblemente afectadas resulta entonces clave para contener los e incluso para agravarlos.
En medio del mayor desastre del siglo, detonado por el COVID19, la evidencia a nivel mundial ha dejado de manifiesto que los países más golpeados son los que han dejado de invertir en construir instituciones fuertes, sistemas de protección social universales, de tener fondos contingentes para atender emergencias y en planear para gestionar de manera más efectiva el riesgo.
¿Qué capacidad financiera tendrán los municipios y estados que se vean afectados este verano por las inundaciones y los efectos de los huracanes?, ¿cómo reconstruiremos cuando vuelva a temblar como en 2017?, ¿encontraremos el dinero necesario para montar refugios de manera rápida y segura ante la llegada de un huracán y salvar las vidas de familias enteras?, ¿a quién recurrirán los productores rurales que vean devastadas sus cosechas ante la siguiente inundación, sequía, incendio o helada?, ¿de dónde financiarán los municipios la actualización de sus mapas de riesgo y de los planes necesarios para hacer frente a una nueva pandemia?, ¿tendrán que esperar los niños que pierdan sus escuelas en el siguiente huracán o temblor al siguiente presupuesto federal para recuperar su derecho a la educación?, ¿cómo liderará el Gobierno de México un ejercicio de reflexión, aprendizaje y construcción de comunidades más resilientes ante una nueva pandemia si en su plan de atención a la emergencia destruye los tres instrumentos financieros más importantes para prevenir y reaccionar ante una emergencia o desastre?
#desastresnonaturales #NoNaturalDisasters
Los desastres son el resultado de la incapacidad de un sistema de hacer frente al impacto de un shock/disrupción. Esta incapacidad es producto de condiciones de vulnerabilidad socialmente construidas. La vulnerabilidad no es pasiva ni estática, sino resultado de condiciones no atendidas de manera efectiva por las instancias (públicas y privadas) responsables. La vulnerabilidad se alimenta de la inequidad, la debilidad institucional, la deficiencia en las normas, la falta de observancia y cumplimiento de reglamentos/leyes, o por desconocer o ignorar los riesgos a los que estamos expuestos.
Sabemos que los estados y municipios afectados tendrán que re-direccionar presupuesto ordinario para atender a las comunidades que resulten afectadas y sabemos que, ante recursos públicos limitados, a menudo utilizarán recursos de otros temas críticos para el desarrollo (educación, salud y desarrollo social) para poder hacer frente a la nueva emergencia. Sabemos también que las comunidades más vulnerables y menos preparadas son aquellas que serán las más afectadas.
Es en lo local, donde los efectos de los desastres se viven de manera más palpable. En lo local sabemos los nombres de las víctimas, el rezago de nuestros hijos al perder su escuela por el sismo, el no poder llegar al hospital a tiempo en medio de una emergencia de salud porque la carretera quedó destruida en el último huracán.
En México volverá a temblar, se volverá a inundar y tendremos otra sequía
Los efectos devastadores que está teniendo la pandemia no son sólo resultado de la letalidad y capacidad de contagio del virus, sino de sistemas incapaces de hacer frente a sus efectos en múltiples frentes: un sistema de salud desbordado, sistemas de protección social débiles, un sector público debilitado, sumando los terribles grados de corrupción y falta de transparencia del país.
El FONDEN en ocasiones es un incentivo perverso que no estimula del todo medidas de prevención del riesgo de desastres (excepto por el limitado FOPREDEN como se comentó arriba), la propuesta de la bancada de MORENA debilitaría aún más a las instituciones que velan por la seguridad y el bienestar de la población y minar de manera dramática la capacidad de respuesta frente a las crisis.
Si lo comparamos con el sector salud, desaparecer FONDEN y FOPREDEN es equiparable a quitarle el presupuesto a los hospitales para que reciban pacientes, el dejar de tener laboratorios para que hagan las pruebas que confirman el COVID o dejar de comprar equipo de protección para el personal en medio de la crisis. Además de que, en el caso de que un hospital -infraestructura crítica- colapsara o se dañara por un desastre, por ley tiene que reconstruirse inmediatamente. Si bien este tipo de instrumentos pueden fortalecerse para reducir riesgos de corrupción, hacer un uso más eficiente de los recursos y ser más transparentes en su gestión, la solución no es desaparecerlos y menos sin un plan de respaldo.
Desaparecer estos fondos también significa minar la capacidad financiera e institucional de estados y municipios de seguir avanzando en comprender y reducir el riesgo y de apoyar la reconstrucción cuando el siguiente desastre se manifieste, ya que estos son los últimos recursos que aún quedan para investigar o atender el riesgo a nivel estatal o municipal. Desaparecer el FONDEN fondos es dejar a la deriva a comunidades enteras ante el inminente siguiente desastre.
Los costos e impactos de los desastres varían año con año, así que no podemos pensar que porque gastamos menos en 2018 y 2019 podemos prescindir de instrumentos financieros tan relevantes para el desarrollo sostenible de México. Si bien no podemos predecir la fecha o lugar del siguiente sismo o la fuerza del siguiente huracán, sí sabemos con certeza que volverán a pasar dadas las condiciones geográficas de México. En México volverá a temblar en cualquier momento, la temporada de huracanes e incendios forestales acaba de iniciar con pronósticos poco favorecedores y sin estos fondos tendremos personal (en el mejor de los casos) pero no tendrán ni el equipo, ni los insumos, ni los mecanismos para operar la atención a la población en situaciones que a menudo son de vida o muerte. Por ello, esaparecer el FONDEN realmente es regresar a México más de 35 años en el tiempo.